martes, 6 de mayo de 2014

Capítulo dos de Sueños de dioses y monstruos de Laini Taylor

el martes, 6 de mayo de 2014


Sueños de dioses y monstruos


Érase una vezun ángel y un demonio que pusieron las manos sobre sus corazonesy comenzaron el apocalipsis.




2

La Llegada


Aparecieron un viernes a plena luz del día, en el cielo sobre Uzbekistán, y fueron vistos por primera vez desde la vieja ciudad de Silk Road de Samarkand, dónde un equipo de noticias salió corriendo para emitir metraje de... los Visitantes.
Los ángeles.
En perfectos rangos de falanges, se contaban fácilmente. Veinte grupos de cincuenta: mil. Mil ángeles. Giraron hacia el oeste, lo suficientemente cerca de la tierra que la gente que estaba en los tejados y los caminos podían percibir la ondeante seda blanca de sus estandartes y oír la emoción y el trémolo de las arpas.
Arpas.
El metraje se difundió por todas partes. Por todo el mundo, se sustituyeron programas de radio y televisión; los presentadores de noticias corrieron hasta sus escritorios, sin aliento y sin guiones. Emoción, terror. Ojos redondos como monedas, voces altas y extrañas. Por todas partes, los teléfonos empezaron a sonar y luego se interrumpieron en un gran silencio global mientras las antenas se saturaban y dejaban de funcionar. La mitad del planeta que dormía se despertó. La conexiones de internet fallaban. Las personas se buscaban. Las calles se llenaban. Las voces se unían y competían, escalaban y llegaban a la cresta. Hubo reyertas. Canciones. Disturbios.
Muertes.
También hubo nacimientos. Un comentarista de radio apodó a los bebés nacidos durante la Llegada "querubines", y también fue el responsable del rumor de que todos tenían marcas de nacimiento con forma de pluma en algún lugar de sus diminutos cuerpos. No era cierto, pero los niños serían observados atentamente por cualquier indicio de beatitud o poderes mágicos.
En este día de la historia —el nueve de agosto— el tiempo se partió abruptamente en "antes" y "después", y nadie olvidaría jamás dónde estaba cuando "eso" empezó.

***

Kazimir Andrasko, actor, fantasma, vampiro, e imbécil, durmió durante todo el asunto, pero más tarde aseguraría que se había desmayado leyendo a Nietzsche —en lo que más tarde determinó que fue el preciso momento de la Llegada— y sufrió una visión del fin del mundo. Fue el principio de una grandiosa pero muy poco brillante estratagema que se perdió pronto en un decepcionante final cuando descubrió cuanto trabajo había que invertir en fundar un culto.

***

Zuzana Nováková y Mikolas Vavra estaban en Aït Benhaddou, la kasbah más famosa de Marruecos. Mik acababa de regatear por un antiguo anillo de plata —tal vez antiguo, tal vez plata, definitivamente un anillo— cuando el repentino alboroto los alertó; se lo metió en el bolsillo, dónde permanecería, en secreto, durante algún tiempo.
En una cocina del pueblo, se apiñaron detrás de los vecinos y vieron la cobertura de las noticias en árabe. Pero no entendían ni los comentarios ni las exclamaciones jadeantes a su alrededor, sólo tenían el contexto de lo que estaban viendo. Sabían lo que eran los ángeles, o más bien, lo que no eran. Eso no hacía menos impactante ver el cielo lleno de ellos.
¡Tantos!
Fue idea de Zuzana "liberar" la furgoneta parada en frente de un restaurante de turistas. El tejido de realidad cotidiano había cedido ya tanto que el robo eventual de un vehículo parecía ser algo de esperar. Era sencillo: sabía que Karou no tenía acceso a las noticias del mundo; tenía que advertirla. Habría robado un helicóptero si hubiera tenido que hacerlo.

***

Esther Van de Vloet, traficante de diamantes retirada, socia de Brimstone durante mucho tiempo y abuela sustituta de su protegida humana, estaba paseando a sus mastines cerca de su casa en Antwerp cuando las campanas de Nuestra Señora comenzaron a repicar fuera de plazo. No era la hora, y aunque lo hubiera sido, el estruendo sin melodía era agitado, prácticamente histérico. Esther, que no tenía un hueso agitado o histérico en todo su cuerpo, había estado esperando que algo ocurriera desde que una huella de mano negra había sido quemada en una puerta en Bruselas y la abrasara eliminando su existencia. Concluyendo que esto era ese algo, volvió rápidamente a su casa, sus perros enormes como leonesas, siguiéndola a los lados.

***

Eliza Jones vio los primeros minutos en una conexión en directo en el portátil de su compañero de piso, pero cuando su servidor se colgó, se vistieron apresuradamente, saltaron al coche de Gabriel, y condujeron hasta el museo. Aunque era temprano, no fueron los primeros en llegar, no dejaban de llegar más colegas tras ellos para apiñarse en torno a una pantalla de televisión en un laboratorio del sótano.
Estaban estupefactos y aturdidos con incredulidad, y con una no pequeña cantidad de afrenta racional de que tal evento se atreviera a desarrollarse en el cielo del mundo natural. Era un fraude, por supuesto. Si los ángeles eran reales —lo que era ridículo— ¿no se parecerían un poco menos a las imágenes de los libros de texto de las escuelas dominicales?
Era demasiado perfecto. Tenía que ser un montaje.
—Dame un respiro con las harpas —dijo un paleobiólogo—. Qué exageración.
Pero esta certeza exteriorizada estaba socavada por una verdadera tensión, porque ninguno de ellos era estúpido, y había agujeros evidentes en el teoría del fraude que se hicieron más evidentes cuando helicópteros de noticias se atrevieron a acercarse a la hueste aérea, y el metraje emitido fue más claro y menos equívoco.
Nadie quería admitirlo, pero parecía... real.
Sus alas, por ejemplo. Medían fácilmente tres metros de envergadura, y cada pluma era una llama de fuego. Su suave ascenso y descenso, la indescriptible gracia y poder de su vuelo —estaba más allá de cualquier tecnología comprensible.
—Podría ser la emisión lo que es falso —sugirió Gabriel—. Podría ser todo CG. La guerra de los mundosdel siglo veintiuno.
Hubo algunos murmullos, pero nadie pareció tragárselo.
Eliza se quedó en silencio, mirando. Su propio terror era de una variedad diferente al de ellos, y estaba... mucho más avanzado. Debería estarlo. Había estado creciendo toda su vida.
Ángeles.
Ángeles. Después del incidente en el puente de Carlos en Praga algunos meses antes, había sido capaz de mantener un poco de escepticismo al menos, sólo lo suficiente para evitarle caer. Entonces podría haber sido falso: tres ángeles, visto y no visto, sin dejar pruebas. Ahora parecía que el mundo había estado esperando con el aliento contenido una demostración que estuviera más allá de toda posibilidad de duda. Y ella también. Y ahora la tenían.
Pensó en su teléfono, dejado intencionadamente en su apartamento, y se preguntó qué nuevos mensajes almacenaría su pantalla para ella. Y pensó en el extraordinario poder oscuro del que había huido por la noche, en el sueño. El estómago se le tensó como un puño mientras sentía, bajo sus pies, el movimiento de las tablas que había puesto sobre las arenas movedizas de aquella otra vida. ¿Había pensado que podía escapar? Estaba ahí, siempre había estado ahí, y esta vida que había construido encima parecía tan fuerte como un barrio de chabolas en la falda de un volcán.

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