Estamos a pocas horas para que salga el 5to libro de trono de cristal, Imperio de tormentas, y como dice el titulo les traigo Spoilers del libro:
1. Al parecer, habrá un encuentro o intercambio de cartas entre Ansel y Aelin. Ansel irá en ayuda de Aelin, ya que se siente en deuda por ella debido al minuto extra que le dio Aelin (siendo Celaena) en La Asesina en el Desierto. Incluso robará la yegua Astorian de Aelin para ella (¿Kasida?)
2. No aparece Nox en el libro.
NUEVO SPOILER: Ren aparece al principio del libro. Aelin es bastante amable con él.
Erawen se ha despojado de toda identidad del Duke Perrington y aparece simplemente como sí mismo. Se declara rey. Él y Aelin en realidad tienen un enfrentamiento al principio del libro, pero no pasa a mayores.
3. Galan Ashryver aparece al final del libro, al igual que los Asesinos Silenciosos.
4. Después de que Dorian y Rowan escapan de Rifthold, van a la Bahía de la Calavera para finalmente reunirse con Aelin, Aedion y Lysandra, que se encuentran en su camino a Terrasen. Primero Dorian y Rowan se reúnen con el Señor de los Piratas, Rolfe, para ver si será aliado de ellos. Gavriel y Fenrys se presentan durante esta reunión, para decirles que siguen órdenes de Maeve solamente para matar a Lorcan y que Vaughn fue enviado al norte a buscarlo (presumiblemente a Terrasen).
5. Aedion conoce a Gavriel pero está realmente enojado con él por lo que pasó su madre. Además, Aedion le revela a Lysandra que es bisexual, ya que se siente mal sobre su pasado. Al parecer, hay indicios graves de que Aedion sufrió algún tipo de abuso horrible los primeros días luego de que Terrasen haya caído. No se dice nada directamente, pero hay unas ideas bastante oscuras sobre ello.
Escena que indica sobre los abusos a Aedion:
“Lysandra continuó, en voz tan baja que Aedion se preguntó si no le temía a la presencia de la reina, pero si a los dioses.
—Aún tenemos que ver el alcance total de la oscuridad de Erawan. Y creo que todavía tenemos que ver el alcance total del fuego de Aelin.
—Ella no es un peón involuntario —él desafiaba a los dioses, encontraría una manera de matarlos, si amenazaban a Aelin, si la consideraban en estas tierras como un sacrificio digno para derrotar al Rey Oscuro.
—¿Es realmente tan difícil para ti estar de acuerdo conmigo por una vez?
—Nunca estoy de acuerdo.
—Siempre tienes una respuesta para todo —ella sacudió su cabeza—. Es insoportable.
Aedion sonrió.
—Es bueno saber que finalmente me estoy metiendo bajo tu piel. ¿O debería decir pieles?
Su asombrosamente bello rostro se volvió malvado.
—Cuidado, Aedion. Muerdo.
Aedion se inclinó un poco más cerca. Él sabía que había líneas con Lysandra -sabía que había límites que no cruzaría, no empujaría. No después de lo que había soportado desde su infancia, no después de que hubiera recuperado su libertad. No después de lo que él había pasado, también.
Incluso si él no le hubiera dicho nada a Aelin al respecto. ¿Cómo podría hacerlo? ¿Cómo podía explicarle lo que habían hecho con él, lo que se había visto obligado a hacer en esos primeros años de conquista?
Pero ligar con Lysandra era inofensivo tanto para él como para la cambiapieles. Y dioses, era bueno hablar con ella durante más de un minuto entre las sombras. Así que separó los dientes y le dijo:
—Lo bueno es que sabes hacer el ronroneo de las mujeres.
Ella se rió en voz baja, pero el sonido murió mientras miraba hacia su reina de nuevo, la brisa del mar moviendo su sedoso cabello oscuro.
—En cualquier momento —le advirtió.
Conversación con Gavriel, Fenrys, Aedion y Aelin:
Aedion estaba enfermo de sorpresas.
Enfermo de sentir su corazón deteniéndose en el pecho.
Como había pasado cuando Gavriel había saltado para salvar su culo del ilken (no sé si hará referencia a alguna criatura o qué), el León desgarrándolo con una ferocidad que había dejado a Aedion de pie allí como si fuera un novato con su primera espada de práctica.
El estúpido hijo de puta se había lesionado en el proceso, ganándose un golpe en el brazo y las costillas que hizo al macho rugir por el dolor. El veneno de cubrió esas garras, pero afortunadamente, se había agotado en otros hombres.
Pero fue el olor de la sangre de su padre lo que empujó a Aedion para actuar -ese cobrizo, mortal aroma. Gavriel solo parpadeo cuando Aedion ignoró el dolor punzante en la pierna, cortesía de un golpe momentos antes justo encima de la rodilla, y habían luchado espalda contra espalda hasta que esas criaturas no eran más que montones de espasmos de hueso y carne.
No había dicho una palabra al macho antes de envainar la espada y el escudo en la espalda y acechar para encontrar a Aelin.
Todavía pudo arrodillarse sobre Fenrys, ofreciéndole a Rowan nada más que una palmadita en el muslo cuando irrumpió en el claro para ayudar con otro herido. Una palmadita en el muslo que envió un disparo por ella que Aedion estaba bastante seguro que la mayor parte de su Perdición habría considerado imposible.
Aedion dejó el cubo de agua que ella le había le había pedido que consiguiera para Fenrys, tratando de no hacer una mueca mientras se secaba el veneno verde que brotaba. A pocos pies de distancia, su padre atendía a un pirata grasiento –quien tenía un desgarro en el muslo.
Fenrys siseó entre dientes, y Aelin dejó escapar un gruñido de dolor para sí. Aedion la empujó.
—¿Qué?
Aelin sacudió la cabeza una vez, con un rechazo agudo. Pero él la observó mientras cerraba los ojos con Fenrys –los cerraba y los apretaba de una forma que le decía a Aedion que lo que estaba por hacer haría daño. Había visto esa misma mirada pasar entre un curandero y soldado cien veces en los campos de matanza y en las tiendas de los curanderos después.
—¿Por qué —Fenrys jadeó— no —otro jadeo— solo lo derrites?
—Porque quería obtener alguna información de ellos antes de que cambiaras, tú mandón bastardo Fae —ella apretó los dientes otra vez, y Aedion apoyó una mano en su espalda mientras el veneno sin duda luchaba contra su magia. Mientras trataba de lavarlo, se inclinó un poco ante su toque.
—Puedo sanarlo por mi cuenta —Fenrys tenía la voz ronca, señalando la cepa—. Busca a los otros.
—Oh, por favor —le espetó—. Eres totalmente insoportable. Esa cosa tenía veneno en sus garras–
—Los demás–
—Dime cómo funciona –como tu magia puede saltan entre lugar así —una forma inteligente, fácil de mantenerlo centrado en otro lugar.
Aedion escaneó la cubierta, asegurándose de que no fuera necesario, y luego, con cuidado, absorbió la sangre y el veneno que escapaba del pecho de Fenrys. Tenía que dolor muchísimo. El latido insistente en su pierna probablemente no tenía comparación.
—Nadie sabe de dónde viene –lo que es —dijo Fenrys entre las respiraciones poco profundas, y los dedos se desenroscaron a sus costados—. Pero me permite deslizar entre los pliegues en el mundo. Solo distancias cortas, y solo un par de veces antes de que sea drenado, pero… es útil en un campo de muerte —jadeaba a través de sus dientes apretados mientras los bordes exteriores de la herida comenzaban a juntarse—. Aparte de eso, no tengo nada especial. Velocidad, fuerza, curación rápida… más que el promedio Fae, pero la misma cantidad de regalos. Me puedo proteger a mí mismo y al otro, pero no puedo invocar un elemento.
La mano de Aelin vacilaba ligeramente por encima de su herida.
—¿Cuál es tu escudo hecho, entonces?
Fenrys intentó y no pudo encogerse de hombros. Pero Gavriel murmuró desde donde trabajaba con el pirata que todavía gemía:
—Arrogancia.
Aelin resopló, pero no se atrevía a apartar los ojos de la lesión de Fenrys cuando dijo:
—Así que tienes sentido del humor, Gavriel.
El León de Doranelle le dio una sonrisa cautelosa por encima de su hombro. La rara visión del futuro, sus restringidas dobles sonrisas que destellaban de Aedion. Aelin lo había llamado el Tío Gatito una vez antes de que Aedion le gruñera brutalmente que pensara lo suficiente y con cuidado antes de usar el término de nuevo. Gavriel, para su crédito, se había limitado a darle un suspiro largo que parecía ser solo utilizado cuando estaban ella o Fenrys a su alrededor.
—Ese sentido del humor solo aparece una vez cada siglo —dijo con voz áspera Fenrys—, por lo que más te vale que lo enmarques, o será lo último que verás —Aelin se rió, aunque se desvaneció rápidamente. Algo frío y aceitoso se deslizó en el intestino de Aedion—. Lo siento —añadió Fenrys, haciendo una mueca, ya sea por las palabras o el dolor.
Aelin preguntó antes de que Aedion dejara que sus palabras aparecieran.
—¿De dónde vienes? Lorcan, por lo que sé, era un bastardo en los barrios pobres.
—Lorcan era un bastardo en el palacio de Maeve, no te preocupes —Fenrys sonrió, con el rostro de bronce pálido. Los labios de Aelin se curvaron en una sonrisa—. Connall y yo éramos los hijos de los nobles que habitan en la parte sureste de las tierras de Maeve… —dijo entre dientes.
—¿Tus padres? —Aedion presionó cuando parecía que Aelin se estaba esforzando por las palabras. La había visto curar pequeños cortes, y poco a poco reparar las heridas de Manon a lo largo de los días, pero…
—Nuestra madre era una guerrera —dijo Fenrys, cada palabra dificultosa—. Ella nos formó como tal. Nuestro padre lo era, también, pero estaba a menudo ausente por la guerra. Ella tuvo la tarea de defender nuestro hogar, nuestras tierras. E informar a Maeve —áspera, dificultosa respiración de ambos. Aedion se desplazó más cerca de modo que Aelin pudiera inclinarse totalmente en contra de él, cambiando su peso de la rodilla ya hinchada—. Cuando Con y yo teníamos treinta, estábamos tirándola de la correa para ir a Doranelle con ella para ver la ciudad, conocer a la reina, y hacer… lo que a los hombres jóvenes les gusta hacer con el dinero en sus bolsillos y la juventud de su lado. Solo bastó que Maeve nos echara un vistazo a nosotros y… —necesitó más tiempo para recuperar el aliento en esta ocasión—. No le fue bien a partir de ahí.
Aedion sabía el resto, también lo hacía Aelin.
La última baba verde se deslizó fuera del pecho de Fenrys. Y Aelin respiró.
—Ella sabe que odias el juramento, ¿verdad?
—Maeve lo sabe —dijo Fenrys—, y no tengo ninguna duda de que ella me envió aquí, con la esperanza de que me torturaría por la libertad temporal.
Las manos de Aelin temblaban, su propio cuerpo tiritaba contra su propia voluntad.
Aedion pasó un brazo alrededor de su cintura.
—Siento que estás obligado a ella —fue todo lo que Aelin dijo.
Las heridas en el pecho de Fenrys comenzaron a tejerse juntas. Rowan acechó alrededor como si sintiera que se estaba desvaneciendo.
La cara de Fenrys todavía era grisácea, todavía tensa, cuando echó un vistazo hacia Rowan y le dijo a Aelin:
—Esto es lo que se supone que debemos hacer, proteger, servir, cuidar. Lo que Maeve nos ofrece… es una burla de eso —inspeccionó las heridas de curación ahora en su pecho, el zurcido lento—. Pero es lo que llama a la sangre de un varón Fae, lo que lo guía. Lo que todos estamos buscando, incluso cuando decimos que no lo hacemos.
El padre de Aedion había dejado al pirata herido.
Aedion, sorprendido de sí mismo, dijo por sobre su hombro para Gavriel.
—¿Y tú encuentras que Maeve cumple aquello –o eres como Fenrys?
Su padre parpadeó, sobre todo por la conmoción del espectáculo, y luego se enderezó, el marinero herido antes llorando ahora durmiendo por la curación. Aedion llevó el peso de su mirada enojada, tratando de dejar fuera el núcleo de la esperanza que brillaba en los ojos del León.
—Vengo de una casa noble también, el menor de tres hermanos. Yo no heredaría o gobernaría, así que llevaba una vida militar. Obtener la fijación de Maeve, y su oferta. Es –no hay mayor honor.
—Esa no es una respuesta —dijo en voz baja Aedion.
Su padre tensó los hombros. Inquietud.
—Solo una vez la odie. Solo quería dejarla una vez.
No continuó. Y Aedion sabía cuáles eran las palabras no pronunciadas.
Aelin apartó un mechón de pelo de su cara.
—¿La amabas tanto?
Aedion trató de no mostrar la gratitud que sintió por la pregunta. Las manos de Gavriel eran nudillos blancos –las había doblado en puños.
—Ella era una estrella brillante en siglos de oscuridad. Habría seguido a esa estrella hasta los confines de la tierra, si ella me hubiera dejado. Pero no lo hizo, y yo respetaba su deseo de mantenerme alejado. Para así no ir a verla de nuevo. Fui a otro continente y no dejo de mirar hacia atrás.
Los crujidos del barco y los gemidos de los heridos eran los únicos sonidos. Aedion empujó abajo la necesidad de ponerse de pie y caminar lejos. Se sentía como un niño –no un general que había doblado su rodilla –que se hizo camino a través de la sangre derramada de los campos de muerte. Aelin dijo, otra vez porque Aedion no era capaz de decir las palabras.
—¿Habrías tratado de romper el juramento de sangre por ella? ¿Por ellos?
—El honor es mi código —dijo Gavriel—. Pero si Maeve hubiera intentado hacerte daño a ti o a ella, Aedion, habría hecho todo lo posible para ayudarles a huir.
Las palabras golpearon a Aedion, entonces fluyeron a través de él. No se permitía pensar en ello, la verdad que había sentido en cada palabra. La forma en que su nombre había sonado en los labios de su padre.
Su padre comprobó al pirata herido por las lesiones persistentes, luego se trasladó hacia otro. Esos ojos castaños se deslizaron por la rodilla de Aedion, hinchada por debajo de sus pantalones.
—Hay que atender eso, o estará demasiado rígido para funcionar en unas pocas horas.
Aedion sintió la atención de Aelin sobre él, escaneando por lesiones, pero sostuvo la mirada de su padre y le dijo:
—Sé cómo tratar mis propias heridas —los sanadores del campo de batalla y la Perdición le habían enseñado lo suficiente los últimos años—. Atiende tus propias heridas —en efecto, el hombre tenía sangre encostrada en su camisa. Afortunado –tan afortunado de que el veneno había sido borrado de esas garras. Gavriel parpadeó hacía abajo, su banda de tatuajes moviéndose al tragar, y luego continuó sin decir nada más.
Aelin empujó a Aedion por fin, probando y fallando al ponerse de pie. Aedion se acercó a ella cuando el foco salió de sus ojos ahora cerrados, pero Rowan ya estaba allí antes de que ella besara las tablas. Demasiado rápido –ella debió drenar sus reservas demasiado rápido, y sin ningún tipo de comida en su sistema.
Rowan sostuvo su mirada, el pelo de Aelin cayendo mientras descansaba su cabeza contra su pecho. Las tripas –Aedion se tensó ante ello. Morath sabía lo que estaba pasando. Quién estaba en contra. Erawan había construido a sus comandantes producto de ello. Rowan asintió como si confirmara los pensamientos de Aedion, pero solo dijo:
—Eleva la rodilla.
Fenrys había caído en un sueño ligero antes de que Rowan se llevara a Aelin.
Por lo que Aedion guardó su propia compañía por el resto de la noche: primero contra el reloj, luego se sentó contra el mástil en el alcázar durante unas horas, la rodilla elevada, poco dispuesto a descender al apretado, débil interior.
El sueño finalmente estaba comenzando a tirar de él cuando la madera se quejó unos pies atrás, y sabía que solo lo hizo porque ella quiso, para evitar sobresaltarlo.
El leopardo fantasma se sentó junto a él, su cola moviéndose, y se encontró con sus ojos por un momento antes de que ella pusiera su enorme cabeza sobre el muslo.
En silencio, observando las estrellas parpadeando sobre las olas tranquilas, Lysandra frotó la cabeza contra su cadera.
La luz de las estrellas tiñó su abrigo con la plata silenciosa, y una sonrisa tiró de los labios de Aedion.
Confirmación de bisexualidad de Aedion:
—Tú no tienes más remedio que aprender a enfrentarte a él —deseó que no tuviera que pensar en esas cosas, tener tal peso sobre ella—. El miedo a la pérdida… puede destruir tanto como la pérdida en sí.
Lysandra al fin encontró su mirada. Esos ojos verdes –la tristeza en ellos lo golpeó como un golpe en la ráfaga. Fue un esfuerzo el no llevar a ella. Sin embargo, dijo:
—Creo que vamos a necesitar tanto recordarnos los tiempos por venir. Él asintió con la cabeza, suspirando por la nariz.
—Y recuerda que hay que disfrutar el tiempo que tenemos —ella probablemente había aprendido tantos veces como él lo hizo.
Su esbelta, hermosa garganta tragó, y miró de reojo por debajo de sus pestañas encrespadas.
—Yo lo disfruto, ya sabes. Esto –cualquier que sea esto.
Su corazón aumentó a un ritmo atronador. Aedion se debatió si debía o no tener sutileza y se dio el lapso de tres respiraciones para decidir. Al final, se fue por su método habitual, que le había servido bien dentro y fuera de los campos de batalla: una especie precisa de franqueza, ribeteada con suficiente arrogancia pura y simple que lanzaba a sus oponentes con la guardia baja.
—¿Sea lo que sea —dijo con una media sonrisa—, entre nosotros?
Lysandra se echó a la defensiva y mostró su mano.
—Yo sé que mi historia es… poco atractiva.
—Voy a detenerte ahí mismo —dijo Aedion, atreviéndose a dar un paso más cerca—. Y voy a decirle algo que es menos atractivo que nada. Nada. He estado con igual número de personas. Mujeres, hombres… Lo he visto y probado todo.
Sus cejas se habían levantado. Aedion se encogió de hombros.
—Encuentro el placer en ambos, dependiendo de mi estado de ánimo y la persona —uno de sus ex amantes que aún quedaban era uno de sus amigos más cercanos –y de los comandantes más hábiles en la Perdición—. Atracción es atracción —se armó de valor por los nervios—. Y sé lo suficiente para entender que tú y yo… —algo se movió en sus ojos, y las palabras salieron de él. Demasiado pronto. Demasiado pronto para este tipo de conversación—. Podemos entenderlo. No hacemos demandas del otro más allá de la honestidad —esa era realmente la única cosa que le importaba solicitar. No era nada más de lo que le pediría a un amigo.
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
—Sí —ella respiró—. Vamos a empezar por ahí.
Se atrevió un paso más cerca, sin preocuparse de si los veían en la cubierta o en el aparejo o en la armada alrededor de ellos. El color floreció en esos bellos pómulos, y fue un esfuerzo para no acariciar con un dedo a través de ellos, entonces fue a su boca. Para probar su piel.
Pero él se tomaría su tiempo. Disfrutaría de cada momento, como él le había dicho que lo hiciera. Debido a que ésta sería su última batalla. No tenía ninguna intención de perder cada momento glorioso que se le daba. De perder cualquiera de los momentos que el destino le había concedido, y todo lo que le quería mostrar.
Cada corriente y el bosque y el mar en Terrasen. Para ver a Lysandra reír en su camino a través de las danzas circulares de otoño, para tejer cintas alrededor de los mayos en la primavera; y escuchar, con los ojos abiertos, los cuentos antiguos de guerra y fantasma ante los fuegos rugientes del invierno en las salas de la montaña. Todo ello. Él le mostraría todos él mismo. Y caminaría en esos campos de batalla una y otra vez para asegurarse que podía.
Así que Aedion le sonrió a Lysandra y rozó la mano con la suya.
—Me alegro de que estemos de acuerdo, por una vez.
6. Lyria no era la compañera de Rowan. Maeve lo engañó con el fin de destrozarlo, así como también planeó su muerte.
7. Abraxos salva la vida de Manon luego de que la Matrona tratara de destriparla. Disfruta de tomar el sol en la cubierta del barco así como también disfruta oler las flores silvestres.
NUEVO SPOILER: Manon debe luchar contra su abuela. La razón es porque ella mata a brujas Yellowlegs cuando rescatan a Dorian, y Asterin está condenado a muerte como consecuencia de ello. Petrah y su madre hablan para ayudar a Manon en algún punto. En lugar de decapitar a Asterin como se supone que, Manon quema a su abuela.
Escena Manorian:
Manon estaba acurrucada de lado en su estrecha cama, incapaz de dormir.
No era por el olor de la orina que no podía dormir –no, había dormido mucho peor, incluso teniendo en cuenta el agujero mal echo parcheado en el lado de la pared. Ella se quedó en ese hueco en la pared, en la luz de la luna que entraba con la brisa de verano salada.
No iba a buscar a las Crochans. No importaba como la Reina de Terrasen la llamó, admitiendo que su línea de sangre era diferente a la que… ella alegaba. Dudaba que las Crochans estuvieran dispuestas a servirla de todos modos, teniendo en cuenta que había matado a su princesa. A su propia media hermana.
E incluso si las Crochans elegían servirla, luchar por ella… Manon llevó una mano a la gruesa cicatriz ahora a través de su vientre. Las Ironteeth no compartían desechos.
Pero era esa mentalidad, supuso mientras se retorcía sobre su espalda, quitando el pelo de su cuello con sudor pegajoso, que las había enviado al exilio.
Se asomó de nuevo a través de las brechas en ese agujero al mar más allá. A la espera de detectar una sombra en el cielo por la noche, para escuchar el batir poderoso de las alas.
Abraxos debería haber estado aquí ya. Ella aplacó el temor que arrolló en su estómago.
Pero en lugar de alas, crujidos de pasos se oyeron en el pasillo de afuera.
Un segundo más tarde, se abrió la puerta con las bisagras casi silenciosas, pero la cerró de nuevo. Bloqueada.
Manon no se incorporó mientras decía:
—Qué estás haciendo aquí.
La luz de la luna sombreó a través del pelo negro-azulado del rey.
—Tú no tienes más cadenas.
Ella se sentó allí, examinando en donde las planchas cubrían la pared.
—¿Es más atractivo para ti si las tengo?
Los ojos zafiro parecían brillar en la oscuridad mientras se apoyaba contra la puerta cerrada.
—A veces lo es.
Ella resopló, pero se encontró diciendo:
—Nunca dijiste algo.
—¿Sobre qué? —preguntó, aunque sabía lo que había querido decir.
—Lo que soy. Quien soy.
—¿Mi opinión importa, witchling?
Manon se dirigió hacia él, deteniéndose a unos pocos pies de distancia, tanto que había una pulgada de luz entre ellos.
—Tú no parecías indignado cuando Aelin te despidió a Melisande sin avisarle a nadie, sin parecer importarte que soy una Crochan–
—No confundas mi silencio por falta de sentimientos. Tengo buenas razones para guardar lo que pienso. Hielo brillaba en sus manos. Manon la rastreó.
—Serás tú o la reina en contra de Erawan al final, me pregunto.
—El fuego contra la oscuridad hacen una mejor historia.
—Sí, pero también lo sería el rasgar al rey de los demonios en pedazos sin usar las manos.
Una media sonrisa.
—Puedo pensar en mejores usos para las manos –sin notar y carne.
Una invitación y una pregunta. Ella le sostuvo.
—Entonces termina lo que empezaste —respiró Manon.
La sonrisa de Dorian en respuesta era de bordes suaves con la luz tenue de crueldad que hacía que su sangre se calentara como si la misma Reina Fuego hubiera respirado una llama en ella.
Dejó que Dorian mantuviera la espalda contra la pared. Dejó que mantuviera su mirada mientras él tiraba de los cordones superiores de su camisa blanca para librarla.
Uno. Por. Uno.
Le permitió apoyarse al cepillar su boca contra su cuello desnudo, justo debajo de su oreja.
Manon se arqueó ligeramente por esa caricia. Por esa lengua que se encendió contra el lugar donde habían estado sus labios. Luego se echó hacia atrás. Lejos.
A pesar de que esas manos fantasmales siguieron agarrando las caderas, sobre su cintura. Su boca se abrió ligeramente, el cuerpo temblando por la restricción. Restricción que la mayoría de hombres tomaban y llevaban cuando ella ofrecía, hartándose de ella. Pero Dorian Havilliard dijo:
—El Sabueso estaba mintiendo esa noche. Sobre lo que dijo acerca de tu Segunda. Sentí su mentira –la saboree.
Una parte de la opresión en su pecho se alivió.
—No quiero hablar de eso.
Se acercó de nuevo, y esas manos fantasmales se arrastraron debajo de los pechos. Ella apretó los dientes.
—¿Y de qué quieres hablar, Manon?
No estaba seguro de que antes hubiera dicho alguna vez su nombre antes. Y la forma en la que lo había dicho…
—No quiero hablar en absoluto —respondió ella—. Y tú tampoco —agregó con una mirada afilada.
Una vez más, parecía esa oscura, filosa sonrisa. Y cuando se acercó una vez más, con las manos reemplazó aquellos fantasmas. Trazando sus caderas, la cintura, los pechos. Sin prisas, círculos indolentes que le permitió hacer, simplemente porque nadie se había atrevido. Cada roce de su piel contra la de ella dejó una estela de fuego y hielo. Se encontró paralizada por ella –cada persuasión, golpe de lujo. Ni siquiera dio una objeción cuando Dorian deslizó su camisa y examinó la piel desnuda, la cicatriz moteada.
Su cara se puso voraz cuando miró sus pechos, su estómago plano –la cicatriz rebanando a través de ella.
El hambre cambió a algo helado y vicioso.
—Una vez me preguntaste cuál es mi posición en la línea entre matar para proteger y matar por placer —sus dedos rozaron la costura de la cicatriz en su abdomen—. Voy a estar en el otro lado de la línea cuando encuentre a tu abuela.
Un escalofrío recorrió su cuerpo, alcanzando sus pechos. Los observó, luego rodeó un dedo alrededor de uno. Dorian se inclinó, con la boca siguiendo la ruta que había hecho ese dedo. Entonces su lengua. Mordió el labio para empujar el gemido en su garganta, sus manos deslizándose por los mechones de seda de su cabello.
Su boca estaba todavía alrededor de la punta de su pecho cuando volvió a encontrarse con sus ojos enmarcados, zafiros con pestañas de ébano, y dijo:
—Quiero saborear cada pulgada de ti.
Manon soltó toda pretensión de razón cuando el rey levantó la cabeza y reclamó su boca. Y a pesar de su deseo de saborearla, al tiempo que se abría para él, Manon pensó que el rey sabía cómo el mar, como una mañana de invierno, algo tan extraño y sin embargo familiar arrastrándose al fin en un gemido desde el fondo de ella.
Sus dedos se deslizaron por su mandíbula, inclinando su rostro a fondo para tomar su boca, cada movimiento de su lengua era una promesa sensual que le hizo arquear hacia él. Tuvo su encuentro con él cuando lo golpeó en un movimiento apenas él exploró y se burló hasta que ella apenas podía pensar con claridad.
Ella nunca había contemplado lo que sería eso –el perder el control. Y no tenía que ser una debilidad, sino una libertad.
Las manos de Dorian se deslizaron por sus muslos, como su saborearan el músculo alrededor –ahuecando su trasero, puliendo cada pulgada con fuerza. El pequeño ruido en la garganta fue cortado mientras él la alzaba contra la pared en un movimiento suave.
Manon envolvió sus piernas alrededor de su cintura mientras él la llevaba a la cama, su boca sin dejar de devorarla y devorarla. Mientras la extendió por debajo de él. Cuando liberó sus pantalones botón por botón, y luego lo deslizó fuera.
Pero Dorian se echó hacia atrás por fin, dejando que jadeara cuando la contempló, completamente desnuda ante él. Con un dedo acarició a lo largo de la parte interior de su muslo. Más alto.
—Te quise desde el primer momento en que te vi en Oakwald —dijo, su voz baja y áspera.
Manon se estiró para despegarse de su camisa, deslizando la tela blanca para revelar su piel bronceada y el músculo esculpido.
—Sí —fue todo lo que dijo. Ella desabrochó el cinturón, las manos temblorosas—. Sí —dijo de nuevo, cuando Dorian rozó con su nudillo sobre núcleo. Dejó escapar un gruñido debido a lo que encontró.
Su ropa se unió a la de ella en el suelo. Manon le permitió elevar los brazos sobre su cabeza, su magia fijando suavemente sus muñecas al colchón mientras la tocaba, primero con esas manos malvadas. A continuación, con su boca perversa. Y cuando Manon tuvo que morder el hombro para amortiguar sus gemidos mientras la llevaba al borde, Dorian Havilliard se enterró profundamente en ella.
No le importaba quién era, quién había sido, y que le había prometido una vez que se movió. Ella arrastró sus manos a través de su cabello grueso, a lo largo de los músculos de la espalda cuando se flexionó y se crispó con cada embestida que la conducía a ese borde brillante de nuevo. En este caso, no era más que carne y fuego y hierro; aquí, solo había ésta necesidad egoísta o su cuerpo, su cuerpo.
Más. Ella quería más –quería todo.
Podría haberlo susurrado, podría haberlo declarado ante él. Porque la Oscuridad lo salvaría, Dorian la tenía a ella. A ambos.
Se quedó encima de ella cuando por fin se calmó, sus labios apenas un pelo por encima de los de ella –asomándose después del beso brutal que le había dado para contener su gemido cuando la liberación lo encontró.
Ella temblaba con… lo que le había hecho a ella, a su cuerpo. Se apartó un mechón de pelo de la cara, sus propios dedos temblando.
No se había dado cuenta de lo silenciosos que el mundo era –lo fuerte que podría haber sido, especialmente con tantos oídos Fae cerca.
Todavía estaba encima de ella, en ella. Esos ojos zafiro se posaron en su boca, todavía jadeando ligeramente.
—Se suponía que había que llegar al límite.
Ella mantuvo sus palabras bajo como su ropa cuando se deslizó por sobre, moviendo sus manos fantasmales.
—¿Y lo hiciste?
Trazó su labio inferior con el pulgar y se estremeció al chupar en su boca, sacudiendo con su lengua.
—No. Ni siquiera cerca.
Pero esa fue la luz gris del amanecer introduciéndose en la habitación, manchando las paredes de plata. Él pareció darse cuenta en el mismo momento en que lo hizo.
Gimiendo en voz baja, salió fuera de ella. Ella tiró de su ropa con eficacia entrenada, y solo cuando estaba atando encima su camisa Dorian dijo:
—No hemos terminado, tú y yo.
Y fue la promesa puramente masculina la que la hizo descubrir sus dientes.
—A menos que te gusté saber cuáles partes de mí son de hierro la próxima vez que me toques, yo decidiré esas cosas.
Dorian le dio otra sonrisa solamente masculina, sus cejas deslizándose arriba, y se acercó a la puerta tan silenciosamente como había llegado. Lo único fue que pareció detenerse en el umbral –como si alguna palabra hubiera enganchado su interés. Pero continúo hacia fuera, cerrando la puerta apenas con un clic. Imperturbable, completamente en calma.
Manon bostezó después de él, blasfemando a su sangre por calentarse otra vez, por lo que… le había permitido hacer.
Se preguntó qué diría Dorian si le decía que nunca había permitido que un hombre estuviera encima de ella de esa manera. Ni una sola vez. Se preguntó lo que diría si ella le decía que había querido hundir sus dientes en el cuello y averiguaba a qué sabía. Poner su boca en otras partes y ver a lo que sabía allí. Manon arrastró sus manos por el pelo y se dejó caer sobre la almohada.
La oscuridad lo abrazó.
Ella envió una oración silenciosa para que Abraxos volviera pronto. Demasiado tiempo –había pasado demasiado maldito tiempo entre los seres humanos y esos machos Fae. Necesitaba salir. Elide estaba a salvo aquí –la Reina de Terrasen podría ser muchas cosas, pero Manon sabía que protegería a Elide.
Pero, con las Trece dispersas y probablemente muertas, independientemente de lo que Dorian había afirmado, Manon no estaba del toda segura de dónde ir una vez que se fuera. El mundo nunca había parecido tan vasto antes.
Y tan vacío.
8. Maeve rompe su juramento con Lorcan y Gavriel. Ella obliga a los guerreros que tiene con el juramento de sangre a servirles en lo que sea, incluyendo la cama.
9. Elide y Aelin se reúnen y, al parecer, es todo muy emotivo.
10. Lorcan y Elide se encuentran mientras él está huyendo y, al parecer, se gustan el uno al otro.
11. Los antiguos Señores de Terrasen no permiten que Aelin reclame su corona. Incluso no la dejan permanecer en el país.
12. La boda secreta Rowaelin ocurre en un barco. Lysandra y Aedion son los únicos testigos.
13. Aedion le dice a Lysandra que se casará con ella, aunque ella en ese momento estaba transformada en un monstruo marino
14. Los primos de Rowan no son tan chismosos como él había creído que eran.
15. Todos sobreviven.
16. Maeve le confirma a Aelin que ES INMORTAL.
17. SPOILER DEL FINAL DEL LIBRO
Maeve toma como cautiva a Aelin. Uno de los guerreros con juramento de sangre de Maeve, Cairn, golpea a Aelin repetidas veces con un látigo y la pone finalmente en un ataúd de hierro con el objetivo de contener su fuego.
Spoilers sacado de la página http://empire-of-storms-spoiler.tumblr.com/...Traducción sacada de Trono cristal
Qué les pareció? recuerden que el libro sale el 6 de septiembre, un buen regalo para mi cumple ;)
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